La campaña LGTBI de Correos ha sido un éxito inesperado gracias en especial a los “haters”, y a los “haters” de los “haters”. Los promotores contaban con tener presencia en algunos informativos de televisión, algo de tinta en los medios impresos y pixels en los online, comentarios en radio y poco más. El presupuesto del que disponía la agencia Grey España era reducido, no daba para comprar espacios publicitarios y hacer la típica campaña institucional. Pero, sorpresa… hay un ingrediente que se escapa al control, de características explosivas pero altamente eficaz en estos tiempos: la indignación.
… hay un ingrediente que se escapa al control, de características explosivas pero altamente eficaz en estos tiempos: la indignación.
El enfado de algunos no estaba ni en el slogan, “¡Qué bueno que cada uno sea como quiera y celebrarlo juntos!”, ni en el diseño del sello. No, no, no. La provocación vino por rotular con la bandera arcoíris instalaciones y mobiliario de Correos. En realidad, solo se trataba de nueve buzones en lugares seleccionados de Madrid, cinco furgonetas de reparto y la oficina de Correos de Chueca. El objetivo de la agencia era que se viralizaran esas imágenes. Y así fue, gracias a los “haters” de la campaña, especialmente a VOX, que consideró un gasto superfluo en tiempos de crisis cuando “no hay dinero para respiradores ni para ERTE”. Muchos de sus seguidores amplificaron la crítica y a ellos se sumó la indignación de otros muchos, que creyeron que la campaña era un gasto millonario. Y no es de extrañar que se pensase esto ya que las imágenes se expandieron por la red como la mayor de las pandemias. Sin la ayuda de tantos indignados hubiera sido imposible tal alcance con un coste tan bajo.
Y es que los números son tozudos. La recaudación por la venta del sello conmemorativo se aproxima a 30.000 euros y la producción de la campaña no llegó a 12.500 euros (2.500 euros rotular la oficina de Chueca, 164 euros por cada uno de los nueve buzones y 1.275 euros por la rotulación de las furgonetas); cantidad pírrica si la comparamos con la repercusión publicitaria valorada en 800.000 euros.
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