Acudimos al European Ecommerce Conference, organizado por Asociación Española de la Economía Digital, en el Palacio Euskalduna en Bilbao con bastantes expectativas, y tal vez por ello, salimos un poco desilusionados.
La conferencia inaugural de Gómez del Pozuelo ya nos dejó un poco fríos. Estaba claro que, al igual que en las bodas de Caná, habían optado por dejar el vino bueno para más adelante, lo que desde mi humilde punto de vista fue un error. Eso no se hace, y menos después de la presentación de tres representantes institucionales, porque corres el riesgo de que se te muera la audiencia. El caso es que sus 20 augurios sobre el «hacia dónde vamos?» nos dejaron a todos bastante fríos, algunos por obvios y otros por parecer que estaban simplemente al servicio de un neologismo con ambición de perdurar.
También hay que señalar que los medios técnicos no ayudaron en absoluto a relajar a los ponentes, ya que en estos eventos tecnológicos te quedas con la impresión de que debiéramos ponernos todos a trabajar en desarrollar un mando a distancia para pasar diapositivas que funcione en condiciones, o un bote de ketchup que realmente sea eficiente, dos de las grandes deudas históricas del hombre con el progreso.
Tras el índice de obviedades de la presidenta de Adigital, nuestro listón de expectativas estaba bastante bajo y, entonces, apareció Juan Pablo Puerta, de Soundcloud, para recordarnos que hay gente francamente brillante, y no sólo en el Instituto Tecnológico de Massachusetts o en las divertidas oficinas de Google o en Infinite Loop, sino que allí mismo, sobre el escenario, aún con los mediocres medios técnicos puestos a su servicio.
Lo primero que hizo Juan Pablo fue decirnos que allí no había ido a hablarnos de su libro. Y se notó. Y se agradeció. Y tras una exposición entretenida y brillante (con la que sin duda se debiera haber abierto la serie de conferencias) nos quedamos con una idea clara y fascinante: las mejores propuestas creativas vienen cuando se rompen las barreras interdisciplinares, cuando diferentes equipos con diferentes especialistas comparten su día a día y aprenden, no sólo de su ámbito de actividad, sino que también de los problemas que afectan a diferentes perfiles de diferentes departamentos de su misma organización. El ponente se llevó un aplauso que se mereció todas y cada una de sus palmadas.
De Moshe Hogeg, que llegó a continuación, aprendimos que la idea más tonta (y me refiero a la app Yo) puede convertirse en un éxito indiscutible de descargas aunque eso es algo que, particularmente, hace tiempo que sospechaba. El problema es que nunca consigo que se me ocurran ideas suficientemente tontas. Claro que al final, a la hora de hablar de habas contadas, la callada por respuesta. Porque conseguir que una aplicación se convierta en algo viral y que llegue a millones de personas el extraordinariamente difícil. Pero conseguir que una aplicación que ha llegado a millones de personas sea económicamente rentable… eso es prácticamente imposible. Preguntado el señor Hogeg sobre su modelo de negocio, pudimos escuchar claramente su respuesta: «cri – cri» (pausa) «cri – cri» «Si… esto… Si tenemos 5.000.000 de usuarios y preguntamos quién quiere pizza, seguro que hay 5.000 que levantan la mano.» Vamos… modelos de soporte publicitarios puros y duros. Nada nuevo bajo el sol.
Si llevas a un grupo de primeros espadas a unas jornadas, quieres que te hablen de sus experiencias, y no que se conviertan en comerciales de lujo.
Según avanzaba la conferencia, se asentaba la idea de que los modelos de negocio son sólidos en tanto en cuanto puedas convencer a un business angel para que inyecte 40 u 80 millones de dólares en tu idea; y aún peor: la de que aquel escenario era un auténtico soporte publicitario en sí mismo, porque todos cuantos allí aparecieron a partir de ahí se dedicaron a hablar de sus productos y servicios. Y eso no está bien. Si llevas a un grupo de primeros espadas a unas jornadas, quieres que te hablen de sus experiencias y no que se conviertan en comerciales de lujo.
Niall Wass, de Über, nos vendió las bondades de su servicio, algo que ya tiene colgado en su web. Para eso no tenía que venir hasta Bilbao. Pero bueno, el titular ya lo tenía garantizado. Y anda que no tendría experiencias interesantes para compartir, como… qué hacer cuando tienes a una parte de la opinión pública a favor y al sector y a todas las instituciones de uñas, cómo sacar adelante un proyecto de amor / odio o cómo adaptar tus ofertas a las diferentes normativas internacionales. En fin, una ocasión desperdiciada.
A partir de ahí, Marshall Porter con su inglés sobrerrevolucionado empezó a hacer mella en mi paciencia. Y eso que su discurso sobre la internacionalización era, en principio, prometedor, pero acabó convirtiéndose en otro spot, así que cuando llegó Matt Doris a hablar de la red de microemprendedores de Etsy, malamente encajado después del almuerzo, yo ya estaba en pista de despegue.
De los demás speakers no puedo decir nada más porque me fui. Tenía demasiado trabajo y una desagradable sensación: llevaba mucho rato haciendo algo menos relevante que las tareas que se acumulaban en min agenda. Seguramente cometí un error y, tras mi deserción, llegaron ponentes interesantísimos con apasionantes capacidades de comunicación y con un mensaje pertinente y bien enfocado. Pero esas referencias habrá que buscarlas en otro blog, en el blog de algún señor con más paciencia que la que yo tengo.
¿Algo más que destacar? Creo que el moderador hizo un excelente trabajo. La mesa redonda de e-commerce leaders fue a mayor gloria y honor de Pablo de Porcioles, claro que, en comercio electrónico, e.dreams juega en su propio campo. Y con respecto al premio EEC Launch entregado por Cofidis a Bugaloop fue, cuando menos, entrañable. Aunque me temo que, si alguien tiene que recurrir a Cofidis para financiar un start-up, con TAE’s de hasta el 25%, va a tener una dificultad añadida en su camino.
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